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Paolo Bellucci por Joan Crisol para Locker Gear (VII)

julio 03, 2025
FOTÓGRAFO Joan Crisol








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David & Juan por Joan Crisol para CODE 22 (II)

julio 02, 2025
FOTÓGRAFO Joan Crisol
MARCA CODE 22




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Penes, Condones y Tallas

julio 02, 2025
Rick Day

Todos tenemos un pene distinto. No solo en forma, en curva o en color, también en tamaño, y eso —aunque no determina el placer— sí influye al momento de usar condón. Usar la talla adecuada no es un asunto de ego ni de vanidad; es una cuestión de comodidad, salud y sobre todo de poder disfrutar sin interrupciones. Porque nada mata más el momento que un condón que aprieta demasiado, se rompe o se sale.

Primero, dejemos algo claro: el tamaño del pene no define si somos buenos en la cama. Ya lo sabemos. Lo que realmente importa es cómo usamos lo que tenemos, cómo nos entregamos al placer y cómo conectamos con el otro. Pero cuando hablamos de condones, sí o sí hay que saber nuestra talla, porque un mal ajuste puede arruinar una sesión que prometía terminar con gemidos y sudor.

No todos los penes son iguales, así que no todos los condones deben ser iguales. Algunas marcas ya se han puesto las pilas ofreciendo tallas más amplias —o más pequeñas— para que podamos elegir lo que realmente nos queda bien. Usar un condón que no es de tu talla puede cortar la circulación, dificultar la erección o hacer que se rompa justo cuando menos lo necesitamos.

¿Cómo saber nuestra talla? Muy fácil: se mide. Nos ponemos de pie, con el pene erecto, y usamos una cinta métrica. Colocamos la punta en el hueso púbico (donde empieza el pene) y la llevamos hasta la punta del glande. Eso nos da el largo. Luego medimos el grosor rodeando con la cinta la parte más ancha del pene, normalmente cerca de la base. Con esas dos medidas —largo y ancho— sabremos exactamente qué talla de condón nos conviene.

Estas son las medidas más comunes en el mercado:

  • XS: Largo de 8–16 cm, ancho de 5–10 cm.

  • S: Largo de 10–18 cm, ancho de 10–11 cm.

  • M: Largo de 13–19 cm, ancho de 11–11.5 cm.

  • L: Largo de 14–20 cm, ancho de 11.5–12 cm.

  • XL: Largo de 15–20 cm, ancho de 12–14 cm.

  • XXL: Más de 20 cm de largo y más de 14 cm de ancho.

Si tenemos un pene grande y usamos un condón promedio, lo vamos a sentir como un anillo de presión. A veces incluso impide que nos mantengamos duros. Y si hay fricción excesiva, el condón puede romperse. Por otro lado, si usamos una talla demasiado grande, podemos terminar con el condón perdido dentro de nuestro compañero. Y eso, además de incómodo, es riesgoso.

No se trata de impresionar, se trata de protegernos y disfrutar. Usar el condón que corresponde a nuestro tamaño es parte del autocuidado sexual, pero también es una forma de respeto hacia el otro. Porque cuando nos sentimos cómodos, seguros y relajados, nos entregamos por completo. Y ahí, en ese punto, es donde el sexo se vuelve realmente delicioso.

Así que midamos sin prejuicios, elijamos sin vergüenza y pongámonos el condón como parte del ritual del deseo. Un condón que calza perfecto no solo protege: acompaña, envuelve y potencia cada embestida. Porque cuando todo se siente bien, el cuerpo lo agradece… y el orgasmo también.

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R4VAGE por CUT4MEN

julio 01, 2025
MARCA CUT4MEN








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Músculos Tatuados: Tinta, Carne y Deseo

junio 30, 2025
Rick Day

Los tatuajes en los hombres ya no son solo una marca de rebeldía; hoy son un símbolo potente de erotismo, identidad y masculinidad. Esa decisión de grabar algo en nuestra piel dice mucho más de lo que parece. Es un acto de expresión íntima, casi ritual, que mezcla arte, deseo y cuerpo. Nos tatuamos no solo para vernos bien, sino para mostrar quiénes somos sin tener que decir una palabra.

El proceso de tatuarse es tan físico como emocional. La aguja penetra en la dermis, esa capa que no se regenera, y allí deposita la tinta. Si entra demasiado profundo, el cuerpo lo rechaza. Si queda muy superficial, el tiempo lo borra. Por eso, la técnica del tatuador y el cuidado que damos a la piel son esenciales. Lo que dejamos en el cuerpo con un tatuaje es permanente, pero también es una forma de placer: un dolor elegido, una marca voluntaria que transforma la piel en territorio de deseo.

Cada cuerpo tiene su mapa y cada tatuaje puede potenciar sus curvas, líneas y músculos. Si somos de complexión delgada, los tatuajes en los hombros, el pecho o los costados acentúan nuestros movimientos, nos hacen ver más definidos, más sensuales. Si nuestro cuerpo es más robusto, la espalda, los brazos y el pecho se convierten en lienzos perfectos para diseños que hablen de fuerza, protección y pasión. No hay una forma correcta de tatuarse, pero sí hay formas de resaltar lo que ya tenemos.

El número de tatuajes que llevamos también habla de nuestra relación con el cuerpo, con la piel y con el placer. Hay quienes prefieren algo sutil, casi un susurro erótico. Otros optamos por cubrir grandes áreas, creando una armonía visual que invita al tacto, que seduce sin pedir permiso. Lo importante es que lo que llevamos encima tenga coherencia con lo que sentimos por dentro. Un tatuaje mal colocado puede desentonar; uno bien pensado puede ser hipnótico.

Las razones para tatuarnos son muchas, pero todas tienen algo en común: el deseo de dejar una huella. Puede ser un recuerdo, una fantasía, un símbolo de libertad o un homenaje a un momento intenso. Pero si lo hacemos desde la autenticidad, es muy difícil que nos arrepintamos. Incluso si algún día decidimos quitarlo, el cuerpo ya habrá sido marcado, tocado, deseado.

Un tatuaje en el lugar correcto se convierte en una invitación al juego. Uno en el pecho puede ser una provocación directa. En la espalda, un misterio por descubrir. Y si lo llevamos en la ingle, la pelvis o cerca del glúteo, ese dibujo se vuelve un secreto compartido, algo que solo se revela en la intimidad, cuando hay confianza, deseo y piel contra piel. Es ahí donde el tatuaje se vuelve más que decorativo: se transforma en un estímulo sexual, en parte del ritual erótico que compartimos con otros hombres.

Tatuarse es una forma de decir “este soy yo, con mis historias, mis placeres y mis elecciones”. Es usar el cuerpo como medio de expresión, como declaración de libertad y deseo. Es permitirnos ser arte, ser carne, ser tinta. Y al final, también es un modo de compartirnos: porque el que nos mira, el que nos toca, también leerá en nuestra piel todo lo que llevamos dentro.

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Cosas Básicas Sobre el Cuidado del Pene

junio 27, 2025
Rick Day

Nuestro pene no es solo una fuente de placer, es también una parte esencial de nuestra identidad masculina. Cuidarlo bien es una forma de respeto a nuestro cuerpo, a nuestro deseo y a los hombres con los que compartimos intimidad. Y aunque desde chicos nos enseñaron lo básico sobre lavarnos ahí abajo, muchos de nosotros aún pasamos por alto detalles que marcan la diferencia entre un pene cualquiera y uno irresistible.

El aseo debe ser diario, sin excusas. Porque aunque no lo veamos a simple vista, el pene acumula sudor, restos de semen, lubricación natural y células muertas. Todo eso, si no se limpia, puede generar mal olor, irritaciones e incluso infecciones. Y claro, nadie quiere llegar al sexo con un olor raro o una sensación incómoda. Un pene bien aseado es más atractivo, más saludable y más disfrutable.

Si no estamos circuncidados, hay que poner atención extra. Al momento de bañarnos, halamos el prepucio hacia atrás y dejamos que el agua fluya abundantemente sobre el glande. Con las yemas de los dedos —nada de frotar como si estuviéramos lavando ropa— masajeamos suavemente para remover los residuos. Usamos un jabón íntimo, neutro, que no irrite ni reseque, generamos espuma y la pasamos por todo el eje, el glande y la base. Después enjuagamos muy bien y secamos con una toalla limpia. Sin humedad, sin prisas.

Afeitar la zona púbica también es parte del cuidado. No se trata de dejarnos como muñeco liso si no queremos, pero sí de mantener todo limpio y recortado. El vello largo acumula sudor, secreciones y bacterias que pueden causar mal olor o irritaciones. Además, un pubis cuidado hace que el pene se vea más largo, más definido y más apetecible.

Las erecciones espontáneas son parte del día a día, y no debemos luchar contra ellas. Nada de presionarnos el pene para que se baje o escondernos como si fuera un problema. Si una erección aparece en un momento incómodo, respiramos profundo, nos sentamos, cambiamos el foco mental y dejamos que el cuerpo haga lo suyo. Evitar la presión constante ayuda a prevenir lesiones o desviaciones con el tiempo.

Cuidar el pene también incluye estar atentos a cualquier cambio: en el color, el olor, la sensibilidad, la textura de la piel o la forma de las erecciones. Si algo nos llama la atención o no se siente como siempre, consultar a un urólogo es un acto de amor propio, no de alarma.

Nuestro pene merece atención, no solo cuando está duro o con ganas de acción. El placer también empieza en la ducha, en el espejo, en cómo lo tocamos cuando nadie nos ve. Un pene limpio, sano y bien cuidado no solo se siente mejor... se comparte mejor.

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David & Juan por Joan Crisol para CODE 22

junio 25, 2025
FOTÓGRAFO Joan Crisol
MARCA CODE 22








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Cómo Saber Si Él Es Bueno en la Cama

junio 25, 2025
Rick Day

Hay hombres que solo con mirarnos ya nos hacen pensar en sexo. Y no es una fantasía: muchas veces, el cuerpo habla antes que cualquier palabra. Cuando conocemos a alguien que nos atrae de verdad, el deseo se enciende, pero también aparece esa pregunta: ¿será bueno en la cama? Aunque no hay una fórmula mágica, hay señales muy claras que pueden indicarnos si ese hombre sabrá darnos placer como nos gusta.

La forma en que nos mira dice mucho más que cualquier conversación. Si no solo nos mira a los ojos, sino que también detalla nuestros labios cuando hablamos, nuestras manos al gesticular, las piernas cuando cruzamos la pierna o el bulto de nuestro pantalón cuando nos levantamos… ese hombre ya está imaginando lo que quiere hacernos. Y esa capacidad de observar con deseo y atención suele trasladarse a la cama: nos tocará con intención, nos explorará con hambre y no se perderá ni un detalle.

Un hombre que sabe escuchar fuera de la cama, sabrá escuchar dentro de ella. Es decir, sabrá leer nuestros gemidos, nuestros silencios y nuestras peticiones sin necesidad de un manual. Si en la charla cotidiana se muestra atento y receptivo, es muy probable que en la intimidad quiera complacernos, y que disfrute tanto con nuestro placer como con el suyo. No hay nada más caliente que alguien que pone atención a lo que nos enciende.

Cuando hablan de sexo, se nota si tiene la mente abierta o no. Si evita los estereotipos y se mueve con libertad —sin complicaciones por ser activo, pasivo, versátil o lo que sea—, entonces estamos frente a un hombre que entiende que el placer entre dos hombres es un territorio amplio, intenso y sin etiquetas. Y ahí, en esa libertad, es donde más se disfruta.

El coqueteo físico también revela mucho. Si te toca la pierna por debajo de la mesa, si roza tu barbilla, si te da una palmada discreta en el culo cuando nadie mira, ese contacto furtivo es una promesa: cuando estén a solas, lo va a dar todo. Y no solo lo hará bien, lo hará con ganas, con ritmo, con fuego.

Cuando por fin llegan a la cama, hay comportamientos que lo dicen todo. Un hombre seguro se desnuda sin prisa, te mira mientras lo hace, te deja disfrutar de su cuerpo como un regalo. Si él te quita la ropa, ya está marcando un ritmo, una intención. Si es activo, te masturba, juega con tus tiempos, te observa mientras disfrutas. Si es pasivo, usa sus manos en tus nalgas para guiar la penetración, para marcar el ritmo del vaivén. Es decir, se involucra, no solo se deja hacer.

Un buen amante se preocupa por nuestro orgasmo antes que por el suyo. No es que se sacrifique, es que le excita vernos explotar de placer. Le pone llegar después que nosotros, cuando ya estamos rendidos, empapados, abiertos. Y si se toma su tiempo, si no tiene apuro, si se queda contigo después del clímax, abrazado o respirando al mismo ritmo, entonces ya sabes que ese hombre no solo coge rico, también sabe conectar.

Saber si un hombre es bueno en la cama no se trata de adivinar, sino de observar. El cuerpo, la actitud, el deseo que se cuela en cada gesto, en cada palabra, en cada roce. Y cuando lo encontramos, lo sentimos sin duda: nos toma con hambre, nos toca como si nos conociera de antes, y nos deja queriendo repetir. Porque un hombre que sabe lo que hace… se nota. Y se disfruta.

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Tanga en la Playa: Libertad en Cada Movimiento

junio 23, 2025
Rick Day

El verano nos invita a desnudarnos un poco más, no solo del calor, sino de los prejuicios. Es el momento ideal para jugar con lo que nos ponemos —y lo que nos quitamos—, y la tanga como traje de baño es una forma deliciosa de hacerlo. No se trata solo de mostrar piel, sino de abrazar con orgullo nuestra sensualidad masculina. Una tanga bien elegida no solo destaca lo que tenemos, sino que también nos conecta con una versión más libre y segura de nosotros mismos.

La libertad que sentimos al usar una tanga es inconfundible. Al no tener tela de más colgando o apretando, podemos movernos con soltura, ya sea para correr por la playa, nadar, o simplemente caminar con actitud. Además, nuestros genitales quedan cómodamente recogidos y estables, sin necesidad de ajustes cada vez que salimos del agua. Es práctico, cómodo y sí, se ve increíblemente sexy.

Otra ventaja insuperable: la tanga se seca casi de inmediato. Mientras otros siguen con el traje pegado, frío y húmedo, nosotros ya estamos listos para seguir disfrutando del sol. Esa sensación de frescura constante es algo que pocos se atreven a experimentar, pero una vez que la sentimos, es difícil volver atrás. Además, nada como esa delgada línea de tela marcando nuestros glúteos para realzar la forma natural del cuerpo.

El diseño de la tanga no es solo provocador, es estratégicamente masculino. La parte frontal cubre justo lo necesario, dejando claro que estamos ahí para disfrutar y ser vistos, mientras que la parte trasera, con su tira entre las nalgas, potencia esa sensación de desnudez que tanto excita. Y claro, el bronceado parejo que conseguimos con este corte mínimo es una recompensa extra: dorados, definidos y provocadores.

Eso sí, el detalle es importante. Una buena depilación íntima hace toda la diferencia. Este tipo de prenda no deja mucho a la imaginación, así que si queremos lucir pulcros y deseables, es momento de atender esos detalles. No se trata de seguir reglas estéticas ajenas, sino de usar la tanga como una extensión de nuestro erotismo personal, cuidando cómo nos presentamos al mundo.

Sabemos que no todo el mundo está preparado para ver hombres usando tanga, pero ese no es nuestro problema. Si estamos en un entorno seguro, libre y dispuesto al goce —una playa nudista, una fiesta privada, una piscina con amigos abiertos de mente—, entonces no hay razón para no entregarnos al placer de mostrarnos como somos. La tanga no es para ocultarse. Es para decir con el cuerpo: “Aquí estoy. Así soy. Me gusto, y me disfruto.”

Y si todavía no estamos listos para lucirla del todo, también podemos llevarla debajo del traje de baño. Muchos lo hacemos así cuando vamos a lugares más públicos. Nos da soporte, seguridad y una sensación íntima de picardía, como un secreto erótico entre nosotros y la prenda. Porque a veces basta con saber que la llevamos puesta para sentirnos distintos, más atrevidos, más vivos.

La tanga no es solo una prenda. Es una declaración erótica de libertad. Es una forma de decirle al mundo que valoramos nuestro cuerpo, que sabemos lo que queremos y que no nos da miedo gozar. Ya basta de ocultarnos detrás de bermudas sin forma o bóxers mojados que pesan una tonelada. Este es el momento para mostrar lo que hemos trabajado, lo que deseamos, lo que somos.

Si alguna vez lo hemos pensado, es hora de hacerlo realidad. Vamos a la playa, al sol, a la vida, con la tanga bien puesta. Porque el placer de sentirnos sexys, masculinos y libres... es todo nuestro.

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Ricos, Calientes y sin Culpa

junio 20, 2025
Rick Day

Sentirnos seguros de quiénes somos, cómo nos vemos y cómo deseamos es una de las formas más poderosas de disfrutar la vida y el sexo sin miedo. Pero no siempre fue fácil. Muchos de nosotros crecimos escuchando que lo que sentíamos estaba mal, escondiéndonos, midiendo cada gesto, y eso deja marcas. La autoestima no se construye de la noche a la mañana, pero cuando la reforzamos, se nota en todo: en nuestra mirada, en nuestras erecciones, en cómo nos entregamos y en cómo recibimos placer.

Durante la adolescencia y juventud, muchos de nosotros enfrentamos el peso del silencio, del rechazo o de los estereotipos. Nos dijeron que había una forma correcta de ser hombre, y lo que sentíamos no encajaba ahí. Por eso, aceptarnos como somos —sin pedir disculpas, sin justificar nada— es el primer gran acto de libertad. No se trata solo de salir del clóset, se trata de abrirnos hacia adentro, de mirarnos con deseo y orgullo.

Abrazar nuestra orientación sexual con honestidad y sin vergüenza fortalece nuestra autoestima. Y no estamos solos. Ver otros hombres viviendo su sexualidad con autenticidad, con goce y sin miedo, nos da permiso para hacer lo mismo. La visibilidad cuenta, porque nos recuerda que no estamos defectuosos ni solos: simplemente, estamos vivos, deseando, y eso es hermoso.

La discriminación, los insultos o la invisibilización pueden doler más de lo que admitimos. Por eso, tener una red de apoyo —amigos, parejas, grupos LGBTQ+— nos ayuda a resistir sin endurecernos por dentro. Hablar, compartir, llorar, reír juntos… todo eso construye autoestima desde el cuerpo, desde el vínculo, desde el placer de ser quienes somos con otros que también lo son.

La salud mental es parte de nuestro bienestar erótico. Cuando sentimos que algo no anda bien, cuando nos cuesta desearnos o dejarnos desear, buscar ayuda profesional no es señal de debilidad, es una forma de amor propio. Porque merecemos tener la mente tan clara como las ganas, y a veces hace falta desarmar viejos mandatos para volver a sentirnos conectados con nuestro deseo.

Las relaciones también influyen en cómo nos vemos. Cuando nos vinculamos desde el respeto y el deseo mutuo, sin juegos tóxicos ni máscaras, empezamos a confiar más en nosotros mismos. Una relación sana, aunque sea pasajera, puede ser una fuente de validación, no porque nos “completen”, sino porque nos reflejan sin filtros.

Y no olvidemos la educación sexual. Muchos llegamos a la vida sexual sin herramientas reales, adivinando, copiando, o sintiendo culpa. Saber cómo funciona nuestro cuerpo, cómo cuidarlo, cómo dar y recibir placer de forma segura, nos empodera. Un hombre que conoce su cuerpo, que se comunica, que sabe lo que le gusta y lo pide sin miedo, se vuelve irresistible.

La autoestima no se construye a partir del juicio externo, sino del placer interno de estar a gusto en nuestra piel. Se alimenta de orgasmos vividos con libertad, de vínculos reales, de masturbaciones sin culpa, de encuentros en los que nos sentimos deseados porque primero nos deseamos a nosotros mismos.

Querernos como somos no solo nos hace mejores amantes, nos hace más plenos, más presentes y más libres. Y eso, querido compañero, también es erotismo.

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Cómo Sexualizar el Uso del Condón

junio 18, 2025
Rick Day

Usar condón no debería cortar el ritmo ni matar el deseo. Al contrario: puede ser una parte excitante del juego sexual si lo integramos con actitud, creatividad y placer. Muchos de nosotros, en algún momento, hemos sentido que ponérselo es una interrupción incómoda o incluso un obstáculo para mantener la erección. Pero eso no es culpa del condón, sino de cómo lo vivimos.

El condón es una herramienta de placer y protección. Nos cuida del VIH y de otras infecciones de transmisión sexual sin quitarle intensidad al encuentro. Y si no tenemos una relación cerrada y exclusiva, usarlo es una forma inteligente y erótica de disfrutar del sexo sin culpas ni riesgos innecesarios. El secreto está en cambiar la narrativa: no lo veamos como una obligación, sino como parte del ritual.

Si sentimos que ponérnoslo enfría el momento, entonces calentemos ese instante. Dejémoslo a la vista, junto al lubricante, en la cama o sobre el mueble, como quien deja un juguete sexual listo para entrar en escena. Podemos seguir besando, tocando, acariciando, mientras lo abrimos, lo preparamos y lo colocamos. No es una pausa: es parte del guion.

Pedirle a nuestro compañero que nos lo ponga puede ser muy excitante. Hay algo profundamente íntimo y sensual en ver cómo sus manos deslizan el látex sobre nuestra erección, mirándonos a los ojos, respirando juntos, compartiendo ese momento como una caricia más. También podemos jugar con las posiciones, con la lengua, con el lenguaje, y hacer del condón un accesorio erótico.

Si nos cuesta mantener la erección al momento de usarlo, podemos practicar en solitario. Masturbarnos con condón no solo nos ayuda a acostumbrarnos a la sensación, sino que puede volverse parte de nuestro entrenamiento erótico. El látex genera una presión distinta que podemos aprender a disfrutar, y además facilita la limpieza después del orgasmo.

No hay nada más sexy que ver a un hombre seguro de sí mismo que se cuida y cuida al otro. Eso transmite responsabilidad, madurez, deseo real. Porque cuidarnos no es señal de miedo, sino de poder. Estamos diciendo: “Quiero disfrutar contigo, pero también quiero que estemos bien después.” Eso conecta, seduce, excita.

La próxima vez que vayamos a tener sexo, hagamos del condón parte del placer. Que no sea una obligación escondida bajo la almohada, sino una extensión de nuestro deseo. Que esté presente desde el principio, como lo está nuestra lengua, nuestras manos, nuestras ganas.

El sexo seguro no es menos caliente, es más inteligente. Y si lo vivimos desde el juego, el consentimiento y el goce, el condón no solo se vuelve parte del acto… se vuelve parte del morbo.

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