.

NUEVO

Atracción Inmediata, Brutal, Eléctrica

julio 18, 2025
Rick Day

La atracción puede ser inmediata, brutal, eléctrica. Podemos desear a un hombre con sólo verlo entrar por la puerta, con solo escuchar cómo pronuncia nuestro nombre. Pero eso no significa que nuestras vidas encajen. Podemos calentarnos con alguien… y aun así saber que no hay espacio para algo más allá del placer momentáneo. Y eso también es parte de crecer, de conocernos, de cuidar nuestra energía.

Cada uno de nosotros tiene un ritmo, una manera de vivir, de disfrutar y de desear. Algunos necesitan estar rodeados de gente, luces, fiesta y cuerpos sudorosos. Otros preferimos el silencio de casa, una buena conversación o una noche de sexo sin prisas, sin performance. Y aunque ambas formas son válidas, no siempre pueden convivir. A veces nos encontramos con alguien que nos enciende, pero cuya personalidad simplemente no cabe en nuestro espacio vital.

Cuando hablamos de personalidades distintas, no hablamos de mejores o peores. Hablamos de realidades que no coinciden. Hay quienes saben usar su imagen como una herramienta de seducción —cuerpos trabajados, ropa perfectamente ajustada, miradas ensayadas—, y hay quienes seducimos desde la conversación, desde lo emocional, desde la calma. Y ninguna de esas formas es menos erótica. El verdadero problema aparece cuando intentamos forzar compatibilidad solo porque el cuerpo nos lo pide.

El sexo puede ser increíble, pero si el día a día es un campo de batalla, la relación no va a funcionar. ¿De qué sirve cogernos delicioso si después discutimos cada sábado sobre si salimos o nos quedamos? ¿Qué tan sostenible es convivir con alguien que necesita ruido mientras nosotros buscamos silencio? Hay momentos en los que el deseo debe ceder paso a la realidad, y entender eso es un acto de madurez emocional.

Rechazar a alguien que nos atrae no es fácil, pero a veces es lo más sano que podemos hacer. No estamos obligados a quedarnos en situaciones que nos desgastan solo porque hay química sexual. Porque el placer también tiene que ver con la paz, con sentirnos cómodos, seguros, en sintonía. Y eso no se encuentra solo en la cama, sino en cómo compartimos lo cotidiano.

Aceptar nuestras diferencias también es un gesto de amor propio. Podemos desear a alguien y aun así soltarlo. Podemos admirar lo que es, reconocer su magnetismo y dejar que siga su camino. Porque tal vez no encaja con nosotros, pero sí con alguien más. Y nosotros también merecemos estar con alguien que comparta nuestro ritmo.

La soltería, cuando se elige desde la conciencia, no es un vacío, sino una pausa deliciosa para reencontrarnos, para abrirnos a lo que sí se alinee con nosotros. Y mientras tanto, seguimos disfrutando —del sexo, del cuerpo, del deseo— con quienes resuenen con nuestra forma de estar en el mundo. Porque al final, el verdadero placer está en compartir desde la autenticidad.

>>>

Cuando el Sexo No Da la Talla

julio 16, 2025
Rick Day

Nos ha pasado a muchos: conocemos a un hombre que nos prende con solo mirarlo, nos desarma con su voz, nos derrite con su cuerpo… pero llega el momento de la cama, y la magia simplemente no aparece. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Salir corriendo? ¿Quedarnos con la decepción? ¿Aguantar por educación? Nada de eso. El sexo entre hombres es un universo de posibilidades, y si algo no está funcionando, siempre hay formas de encenderlo.

Lo primero es sacarnos la idea de que “ser malo en la cama” es una condena. Nadie nace siendo un dios del sexo. El deseo se entrena, la conexión se construye y el cuerpo se aprende. Si un tipo no sabe moverse, no besa bien o entra en modo automático, no significa que no tenga potencial: significa que aún no ha encontrado el ritmo contigo. Y ahí es donde podemos empezar a jugar.

Hacer del juego previo el plato fuerte cambia todo. Muchos creen que el sexo es solo penetración, pero hay tanto placer fuera del pene y del culo, que reducirlo a eso es una lástima. Lamer, acariciar, morder, oler, masajear... todo suma. Si nos enfocamos en explorar el cuerpo del otro sin prisa, sin guiones, podemos transformar un encuentro flojo en una experiencia memorable. Lo importante es salir de la mecánica y entrar en lo erótico.

El masaje es una herramienta infalible. Nos relaja, nos conecta, nos da permiso para tocar sin apuro y excitar sin presión. Unas manos calientes en la espalda, en las nalgas, en el interior de los muslos… nos preparan para soltar el cuerpo y abrir el deseo. Si lo hacemos con intención —aceite, luz tenue, música lenta—, el ambiente se transforma y con él, el tipo que parecía desentonar.

Los juguetes sexuales no son un plan B, son un atajo al placer. Un anillo para el pene puede hacer que la erección dure más y se sienta más intensa. Un plug bien colocado eleva el juego sin necesidad de penetración. Un huevo masturbador usado entre los dos puede convertirse en un momento de complicidad y fuego. Y si le agregamos una prenda sexy —un jock, un arnés, unas medias—, el cuerpo se convierte en un regalo envuelto para el otro.

Ducharnos juntos no solo es limpio, es caliente. El agua relaja, el contacto se vuelve más natural, y el pudor se va por el desagüe. Tocarse con jabón, enjabonarse mutuamente, explorar cada rincón sin prisa, nos saca del guion del “sexo rápido” y nos mete en el terreno del erotismo compartido. Y sí, reírnos, mojarnos, acariciarnos, es parte del juego también.

Lo más importante es no rendirnos antes de intentar encender la chispa. Si hay atracción, si hay deseo, si hay algo que nos mueve hacia ese hombre, entonces vale la pena explorar. A veces, el “malo en la cama” solo necesita que lo escuchen, que lo guíen, que lo toquen sin juicio y con intención. Porque cuando dejamos de esperar un performance porno y empezamos a jugar como adultos conscientes de su deseo, el sexo deja de ser “bueno o malo” y se convierte en una experiencia real.

Y eso, entre nosotros, siempre es lo más excitante.

>>>

Básicos de Macho

julio 14, 2025
Rick Day

La sencillez no tiene nada que ver con la falta de deseo o la ausencia de estilo. Un hombre que sabe lo que quiere también sabe qué ponerse para sentirse seguro, deseable y cómodo en su piel. Tener un guardarropa bien armado no es un capricho, es una herramienta de seducción, presencia y autocuidado. Aquí no hablamos de seguir tendencias, hablamos de elegir lo que potencia nuestro cuerpo, nuestra actitud y nuestro placer.

La ropa interior es nuestro primer secreto. Lo que llevamos debajo no es un detalle menor, aunque nadie lo vea —o quizás alguien sí—. El calzoncillo que usamos dice mucho de cómo queremos sentirnos: protegidos, libres, dominantes o provocadores. Un bóxer ajustado que marque bien, un slip que abrace sin apretar o un jockstrap que deje todo servido… cada elección es un mensaje directo a nuestra confianza y nuestra sensualidad. Invertir en buena ropa interior no es superficial: es ponerle intención a nuestra masculinidad.

El outfit deportivo no es solo para sudar. Cuando vamos al gimnasio o a correr, no solo entrenamos el cuerpo, también cultivamos la mirada que lanzamos al mundo. Una licra bien ajustada, una camiseta que deje al descubierto los hombros, una prenda que respire con nosotros… todo suma a nuestro erotismo funcional. No hay nada más atractivo que ver a un hombre que se cuida y se muestra sin esfuerzo. Y si además nos encontramos con alguien en el vestidor, mejor que lo que llevamos puesto esté a la altura de lo que llevamos dentro.

El estilo casual no es sinónimo de descuido. Para salir de noche, encontrarnos con alguien, o simplemente tomarnos un trago, necesitamos piezas que mezclen lo relajado con lo provocativo. Un jean oscuro bien entallado, una camisa que sugiera sin revelar, unos zapatos que hablen por nosotros. La ropa es nuestra aliada para decir: “estoy aquí, me gusto, y quiero que me mires”. Esa mezcla entre lo informal y lo elegante genera un impacto silencioso pero poderoso.

El traje es nuestro uniforme de poder. No importa si lo usamos poco o mucho, todo hombre debería tener un traje que le quede como una segunda piel. Negro, azul y gris son los básicos que nos resuelven cualquier ocasión: una cita importante, un evento de altura, o simplemente esas noches en las que queremos explotar nuestra versión más formal y sexy. Con una camisa bien elegida y un par de botones desabrochados, el traje se transforma en una declaración de deseo contenida.

Un guardarropa bien armado no es un lujo, es una herramienta de placer. Nos permite jugar con nuestra imagen, experimentar con nuestra energía y proyectar seguridad en cada paso. No se trata de tener mucho, sino de tener lo que nos potencia. Porque cuando nos sentimos bien con lo que llevamos puesto, nos abrimos más fácilmente al contacto, al deseo, al goce compartido.

Vestirnos con intención es también una forma de erotismo. Es el primer paso para desnudarnos con seguridad.

>>>

Alerta Masculina: Signos de Cáncer en el Hombre

julio 11, 2025

Nosotros, los hombres que disfrutamos de nuestro cuerpo, del sexo, del placer, también tenemos que aprender a escuchar cuando algo no anda bien. Estar atentos a los signos de cáncer no es vivir con miedo, es cuidarnos para seguir disfrutando de lo que más nos gusta: estar vivos, con salud y con deseo.

La próstata es más que un punto de placer: también puede avisarnos que algo no va bien. Si tenemos dificultad para orinar, si notamos sangre en la orina o en el semen, o si empezamos a tener disfunciones eréctiles repentinas sin razón aparente, no lo dejemos pasar. No es cuestión de pánico, es cuestión de responsabilidad. Un chequeo con el urólogo a tiempo puede hacer toda la diferencia.

Nuestros testículos no están solo para el goce: también requieren atención. Tocarlos con regularidad, conocer su forma, su peso, su textura, es una forma de autocuidado. Si notamos bultos, cambios de tamaño o dolor, lo mejor es ir al médico. No todo es cáncer, pero todo merece una mirada profesional.

La piel también habla, y no solo con caricias. Si un lunar cambia de forma, color, se agranda o se levanta, no lo dejemos ahí como si nada. Un dermatólogo puede detectar a tiempo cualquier señal de cáncer de piel y ayudarnos a mantener todo en su sitio, sin dramas.

Nuestra boca es territorio de placer, pero también puede ser lugar de alerta. Llagas que no sanan, dolor persistente en la mandíbula o manchas que no desaparecen, pueden indicar un cáncer bucal. Y sí, también debemos hablar con nuestro dentista o médico si algo nos parece extraño.

Si estamos tosiendo por semanas y no tenemos gripe ni alergias, pongámosle atención. Una tos persistente, especialmente si viene con sangre, puede ser signo de cáncer de pulmón. Respirar bien también es parte del buen sexo, del buen vivir.

El colon y el recto merecen el mismo respeto que cualquier otra zona erógena. Sangre en las heces, dolor interno o molestias al evacuar no deben ignorarse. Un examen de rutina es rápido, sencillo y puede salvarnos la vida.

El estómago es más que una excusa para un buen vino y una buena cena. Si sentimos dolor frecuente, náuseas sin razón o cambios digestivos prolongados, algo podría estar pasando. Tal vez sea una simple úlcera o tal vez no. No adivinemos: consultemos.

Si sentimos fiebre sin explicación, si perdemos peso sin intentarlo o estamos agotados todo el tiempo, no lo normalicemos. El cuerpo es sabio y nos habla. Y nosotros, que sabemos lo que es escuchar con placer, también debemos saber escuchar con atención.

Prevenir no es vivir paranoicos, es vivir con consciencia. Hacer ejercicio, comer mejor, dormir bien y tocarnos sin miedo también es parte del erotismo masculino. No solo se trata de durar más en la cama, sino de durar más en esta vida que tanto nos gusta.

Cuidémonos. Porque el placer no tiene sentido si no estamos sanos para disfrutarlo.

>>>

Masturbarte Antes de un Encuentro Sexual

julio 09, 2025
Rick Day

La masturbación antes del sexo genera tantas dudas como fantasías. Y es normal. Porque todos hemos pasado por ese dilema: ¿me la jalo antes de vernos o mejor me guardo las ganas? ¿Duraré más si me corro antes? ¿Llegaré con menos ansiedad? La respuesta, como casi todo en el sexo entre hombres, depende de cómo es nuestro cuerpo, cómo funciona nuestro deseo y qué buscamos disfrutar esa noche.

Masturbarse antes de coger no es ni bueno ni malo. Es una estrategia. Una decisión que podemos tomar según lo que conocemos de nuestro cuerpo. Algunas páginas dicen que hacerlo ayuda a durar más en la cama. Y sí, puede funcionar si somos de los que se vienen muy rápido. Liberar tensión antes del encuentro baja la ansiedad y nos permite estar más enfocados en el placer del otro y en el nuestro.

Pero no es una receta mágica. Si tenemos problemas para mantener una erección o si nuestra erección no es firme, masturbarse antes del sexo puede jugarnos en contra. Porque el cuerpo entra en un periodo que se llama refractario, y es ahí donde todo cambia.

El periodo refractario es ese espacio de tiempo que el cuerpo necesita para recuperarse después de un orgasmo. Es cuando la testosterona baja, la prolactina sube, y la excitación desaparece como si alguien hubiera apagado la luz. Puede durar minutos o incluso horas. Cada hombre tiene su propio ritmo, y por eso es tan importante conocernos, sin comparaciones ni expectativas ajenas.

Si después de venir necesitas una siesta o se te apaga el deseo por completo, entonces mejor no te la jalés antes. Porque lo más probable es que llegues al encuentro sin energía, sin excitación y sin ganas. Pero si eres de los que se recuperan rápido y se ponen más calientes después de un rato, masturbarte puede ser el calentamiento perfecto.

Ahora, si vamos a coger con alguien por primera vez y estamos nerviosos, una buena paja previa puede ayudarnos a calmar la ansiedad. Eso sí, hay que calcular bien el tiempo para que no nos sorprenda el bajón en plena cita. Y si el plan es darlo todo en una maratón sexual, guardarse el semen también puede potenciar el deseo y hacer que el clímax sea más intenso.

En todo caso, masturbarse antes del sexo no debe ser una decisión automática. Hay que escuchar al cuerpo, observar cómo responde y actuar en consecuencia. Y si notamos que algo no está funcionando como quisiéramos —sea que eyaculamos demasiado rápido o que no logramos una erección firme—, lo mejor es hablarlo con un médico. Porque tener buen sexo también pasa por cuidar nuestra salud.

Así que la próxima vez que estemos frente al espejo, con una mano en el pene y la otra en el reloj, pensemos qué queremos de ese encuentro. Y si esa paja nos va a ayudar a disfrutar más, adelante. Pero si va a apagarnos las ganas, mejor guardamos ese fuego para cuando estemos desnudos, sudando, y dispuestos a comernos con hambre.

>>>

¿Con Barba o Afeitado?

julio 07, 2025
Rick Day

Todos hemos tenido ese momento frente al espejo, preguntándonos si dejamos crecer la barba o si preferimos sentir la piel completamente suave. Y más allá de la estética, esa elección también toca nuestra sensualidad. Porque tanto una barba bien cuidada como un rostro recién afeitado pueden ser armas de seducción cuando las llevamos con seguridad.

Una barba cuidada puede despertar fantasías. No es solo una cuestión de moda; es una declaración de fuerza, de madurez, de virilidad. Pero claro, para que ese vello facial se vuelva irresistible, necesita atención. Los contornos bien definidos en el cuello y los pómulos hacen que la barba luzca poderosa y limpia, no descuidada. Escoger el largo adecuado para nuestro rostro, mantenerla peinada y usar champú específico al menos una vez por semana son gestos simples que marcan la diferencia. Nadie quiere besar una barba sucia o áspera. Una barba bien cuidada puede ser tan provocativa como una caricia intensa.

Ahora, un rostro afeitado tiene su propio tipo de erotismo. Proyecta frescura, limpieza, elegancia. La piel lisa invita al contacto directo, al roce sin obstáculos, a los besos largos. Si buscamos una experiencia más pulcra y sofisticada, un buen afeitado es el camino. Y hacerlo bien implica técnica: afeitarnos después de la ducha ayuda a suavizar el vello y evita irritaciones, pero si lo hacemos antes, conservamos los aceites naturales de la piel. Lo importante es elegir lo que más se adapte a nuestra rutina… y a lo que queremos provocar.

El secreto está en los detalles. Usar una hojilla afilada, aplicar espuma o gel, pasar la cuchilla en el sentido del crecimiento del vello… todo eso influye en el resultado final. Un rostro bien rasurado se nota, pero sobre todo se siente en los momentos íntimos, cuando el otro recorre nuestra piel sin obstáculos. Terminar con una buena crema humectante o un tónico refrescante no solo cuida la piel, sino que también la deja lista para el contacto, para el juego, para el placer.

Barba o afeitado, lo que importa es cómo lo llevamos. Ambos estilos pueden ser igual de sexys si los usamos desde la autenticidad. La barba puede hablarnos de deseo contenido, de caricias que raspan y excitan. El rostro afeitado, de suavidad, de entrega total, de piel con piel sin filtros. No se trata de cumplir expectativas, sino de jugar con lo que nos hace sentir más vivos y deseables.

Nuestra cara es una de las zonas más erógenas del cuerpo, y cómo la llevamos dice mucho sobre cómo queremos que nos toquen, que nos miren, que nos disfruten. Por eso, decidir entre barba o afeitado no es solo un tema de apariencia. Es una elección que refleja cómo queremos relacionarnos con nuestro cuerpo, con los demás y con el placer. Porque el deseo también empieza con una mirada, con un roce, con la textura de nuestra piel. Y en ese juego, cada vello o cada centímetro liso cuenta.

>>>

Ele SanMi por Joan Crisol para Body Aware

julio 04, 2025
MODELO Ele SanMi
FOTÓGRAFO Joan Crisol
MARCA Body Aware








>>>

El Rechazo al Hombre Afeminado

julio 04, 2025
Rick Day

Nos encanta hablar de libertad sexual, de vivir sin etiquetas, de ser auténticos. Pero todavía nos cuesta aceptar la feminidad en otros hombres, especialmente cuando esa feminidad se expresa con orgullo, sin pedir permiso. En nuestra comunidad, el rechazo al hombre afeminado no solo existe, sino que muchas veces nace entre nosotros mismos.

El problema no es la pluma, sino el prejuicio que llevamos dentro. Nos han enseñado que ser hombre es sinónimo de dureza, de voz grave, de caminar con seguridad y sin “exageraciones”. Y ese guion, tan limitado, nos lo tragamos sin cuestionarlo. Pero ¿qué pasa cuando un hombre se sale del molde? Cuando habla con gestos, cuando se ríe con libertad, cuando se viste como le da la gana… entonces aparece el rechazo, las miradas, los chistes, la distancia. No por lo que hace, sino porque nos confronta.

Hay quienes disfrazan ese rechazo como “preferencia sexual”, diciendo que no les atraen los “muy afeminados” porque les gustan “los hombres que parecen hombres”. Pero ser hombre no se mide por el tono de voz ni por cómo se mueve alguien. Ser hombre también es tener la seguridad de aceptar a otros como son, sin necesidad de moldearlos a nuestra comodidad.

Muchos de nosotros fuimos criados con ideas religiosas o familiares donde la feminidad era vista como inferior. Y cuando vemos a un hombre expresar esa energía, sentimos que “nos resta”. Pero el problema no es del otro, sino de nuestra propia fragilidad masculina. A veces rechazamos al afeminado porque nos recuerda la parte de nosotros que alguna vez reprimimos, que alguna vez fuimos o que aún llevamos dentro en secreto.

Dentro de la comunidad gay, el rechazo a la feminidad es una herida que sigue abierta. Se le exige al afeminado que sea más discreto, más “normal”, más “respetable”. Pero ¿qué hay más digno que alguien que se muestra tal como es? La autenticidad, incluso cuando incomoda, es un acto de valentía.

El deseo no tiene un solo cuerpo, una sola voz, una sola forma de andar. Hay hombres con pluma que son increíbles en la cama, generosos, creativos, apasionados. Hay otros que son líderes, emprendedores, deportistas, artistas, guerreros del día a día. Y todos merecen respeto, sin tener que “masculinizarse” para ser tomados en serio.

Romper con el estereotipo del gay afeminado como débil, superficial o menos válido es responsabilidad de todos. No se trata de forzarnos a sentir deseo por alguien que no nos atrae, sino de dejar de ver a nuestros hermanos como menos por expresar algo distinto. La masculinidad no se pierde cuando damos espacio a la feminidad: se fortalece.

Somos hombres que aman a otros hombres. Y si no podemos respetar la diversidad entre nosotros, ¿cómo podemos exigir respeto afuera? Que el deseo siga siendo libre, que la expresión siga siendo auténtica, y que la pluma no sea motivo de vergüenza, sino otra forma más de volar.

>>>

Paolo Bellucci por Joan Crisol para Locker Gear (VII)

julio 03, 2025
FOTÓGRAFO Joan Crisol








>>>

David & Juan por Joan Crisol para CODE 22 (II)

julio 02, 2025
FOTÓGRAFO Joan Crisol
MARCA CODE 22




>>>

Penes, Condones y Tallas

julio 02, 2025
Rick Day

Todos tenemos un pene distinto. No solo en forma, en curva o en color, también en tamaño, y eso —aunque no determina el placer— sí influye al momento de usar condón. Usar la talla adecuada no es un asunto de ego ni de vanidad; es una cuestión de comodidad, salud y sobre todo de poder disfrutar sin interrupciones. Porque nada mata más el momento que un condón que aprieta demasiado, se rompe o se sale.

Primero, dejemos algo claro: el tamaño del pene no define si somos buenos en la cama. Ya lo sabemos. Lo que realmente importa es cómo usamos lo que tenemos, cómo nos entregamos al placer y cómo conectamos con el otro. Pero cuando hablamos de condones, sí o sí hay que saber nuestra talla, porque un mal ajuste puede arruinar una sesión que prometía terminar con gemidos y sudor.

No todos los penes son iguales, así que no todos los condones deben ser iguales. Algunas marcas ya se han puesto las pilas ofreciendo tallas más amplias —o más pequeñas— para que podamos elegir lo que realmente nos queda bien. Usar un condón que no es de tu talla puede cortar la circulación, dificultar la erección o hacer que se rompa justo cuando menos lo necesitamos.

¿Cómo saber nuestra talla? Muy fácil: se mide. Nos ponemos de pie, con el pene erecto, y usamos una cinta métrica. Colocamos la punta en el hueso púbico (donde empieza el pene) y la llevamos hasta la punta del glande. Eso nos da el largo. Luego medimos el grosor rodeando con la cinta la parte más ancha del pene, normalmente cerca de la base. Con esas dos medidas —largo y ancho— sabremos exactamente qué talla de condón nos conviene.

Estas son las medidas más comunes en el mercado:

  • XS: Largo de 8–16 cm, ancho de 5–10 cm.

  • S: Largo de 10–18 cm, ancho de 10–11 cm.

  • M: Largo de 13–19 cm, ancho de 11–11.5 cm.

  • L: Largo de 14–20 cm, ancho de 11.5–12 cm.

  • XL: Largo de 15–20 cm, ancho de 12–14 cm.

  • XXL: Más de 20 cm de largo y más de 14 cm de ancho.

Si tenemos un pene grande y usamos un condón promedio, lo vamos a sentir como un anillo de presión. A veces incluso impide que nos mantengamos duros. Y si hay fricción excesiva, el condón puede romperse. Por otro lado, si usamos una talla demasiado grande, podemos terminar con el condón perdido dentro de nuestro compañero. Y eso, además de incómodo, es riesgoso.

No se trata de impresionar, se trata de protegernos y disfrutar. Usar el condón que corresponde a nuestro tamaño es parte del autocuidado sexual, pero también es una forma de respeto hacia el otro. Porque cuando nos sentimos cómodos, seguros y relajados, nos entregamos por completo. Y ahí, en ese punto, es donde el sexo se vuelve realmente delicioso.

Así que midamos sin prejuicios, elijamos sin vergüenza y pongámonos el condón como parte del ritual del deseo. Un condón que calza perfecto no solo protege: acompaña, envuelve y potencia cada embestida. Porque cuando todo se siente bien, el cuerpo lo agradece… y el orgasmo también.

>>>

R4VAGE por CUT4MEN

julio 01, 2025
MARCA CUT4MEN








>>>
 
Copyright © Maskulinos. Designed by OddThemes