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Cosas Básicas Sobre el Cuidado del Pene

Rick Day

Nuestro pene no es solo una fuente de placer, es también una parte esencial de nuestra identidad masculina. Cuidarlo bien es una forma de respeto a nuestro cuerpo, a nuestro deseo y a los hombres con los que compartimos intimidad. Y aunque desde chicos nos enseñaron lo básico sobre lavarnos ahí abajo, muchos de nosotros aún pasamos por alto detalles que marcan la diferencia entre un pene cualquiera y uno irresistible.

El aseo debe ser diario, sin excusas. Porque aunque no lo veamos a simple vista, el pene acumula sudor, restos de semen, lubricación natural y células muertas. Todo eso, si no se limpia, puede generar mal olor, irritaciones e incluso infecciones. Y claro, nadie quiere llegar al sexo con un olor raro o una sensación incómoda. Un pene bien aseado es más atractivo, más saludable y más disfrutable.

Si no estamos circuncidados, hay que poner atención extra. Al momento de bañarnos, halamos el prepucio hacia atrás y dejamos que el agua fluya abundantemente sobre el glande. Con las yemas de los dedos —nada de frotar como si estuviéramos lavando ropa— masajeamos suavemente para remover los residuos. Usamos un jabón íntimo, neutro, que no irrite ni reseque, generamos espuma y la pasamos por todo el eje, el glande y la base. Después enjuagamos muy bien y secamos con una toalla limpia. Sin humedad, sin prisas.

Afeitar la zona púbica también es parte del cuidado. No se trata de dejarnos como muñeco liso si no queremos, pero sí de mantener todo limpio y recortado. El vello largo acumula sudor, secreciones y bacterias que pueden causar mal olor o irritaciones. Además, un pubis cuidado hace que el pene se vea más largo, más definido y más apetecible.

Las erecciones espontáneas son parte del día a día, y no debemos luchar contra ellas. Nada de presionarnos el pene para que se baje o escondernos como si fuera un problema. Si una erección aparece en un momento incómodo, respiramos profundo, nos sentamos, cambiamos el foco mental y dejamos que el cuerpo haga lo suyo. Evitar la presión constante ayuda a prevenir lesiones o desviaciones con el tiempo.

Cuidar el pene también incluye estar atentos a cualquier cambio: en el color, el olor, la sensibilidad, la textura de la piel o la forma de las erecciones. Si algo nos llama la atención o no se siente como siempre, consultar a un urólogo es un acto de amor propio, no de alarma.

Nuestro pene merece atención, no solo cuando está duro o con ganas de acción. El placer también empieza en la ducha, en el espejo, en cómo lo tocamos cuando nadie nos ve. Un pene limpio, sano y bien cuidado no solo se siente mejor... se comparte mejor.

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