![]() |
Rick Day |
Sentirnos seguros de quiénes somos, cómo nos vemos y cómo deseamos es una de las formas más poderosas de disfrutar la vida y el sexo sin miedo. Pero no siempre fue fácil. Muchos de nosotros crecimos escuchando que lo que sentíamos estaba mal, escondiéndonos, midiendo cada gesto, y eso deja marcas. La autoestima no se construye de la noche a la mañana, pero cuando la reforzamos, se nota en todo: en nuestra mirada, en nuestras erecciones, en cómo nos entregamos y en cómo recibimos placer.
Durante la adolescencia y juventud, muchos de nosotros enfrentamos el peso del silencio, del rechazo o de los estereotipos. Nos dijeron que había una forma correcta de ser hombre, y lo que sentíamos no encajaba ahí. Por eso, aceptarnos como somos —sin pedir disculpas, sin justificar nada— es el primer gran acto de libertad. No se trata solo de salir del clóset, se trata de abrirnos hacia adentro, de mirarnos con deseo y orgullo.
Abrazar nuestra orientación sexual con honestidad y sin vergüenza fortalece nuestra autoestima. Y no estamos solos. Ver otros hombres viviendo su sexualidad con autenticidad, con goce y sin miedo, nos da permiso para hacer lo mismo. La visibilidad cuenta, porque nos recuerda que no estamos defectuosos ni solos: simplemente, estamos vivos, deseando, y eso es hermoso.
La discriminación, los insultos o la invisibilización pueden doler más de lo que admitimos. Por eso, tener una red de apoyo —amigos, parejas, grupos LGBTQ+— nos ayuda a resistir sin endurecernos por dentro. Hablar, compartir, llorar, reír juntos… todo eso construye autoestima desde el cuerpo, desde el vínculo, desde el placer de ser quienes somos con otros que también lo son.
La salud mental es parte de nuestro bienestar erótico. Cuando sentimos que algo no anda bien, cuando nos cuesta desearnos o dejarnos desear, buscar ayuda profesional no es señal de debilidad, es una forma de amor propio. Porque merecemos tener la mente tan clara como las ganas, y a veces hace falta desarmar viejos mandatos para volver a sentirnos conectados con nuestro deseo.
Las relaciones también influyen en cómo nos vemos. Cuando nos vinculamos desde el respeto y el deseo mutuo, sin juegos tóxicos ni máscaras, empezamos a confiar más en nosotros mismos. Una relación sana, aunque sea pasajera, puede ser una fuente de validación, no porque nos “completen”, sino porque nos reflejan sin filtros.
Y no olvidemos la educación sexual. Muchos llegamos a la vida sexual sin herramientas reales, adivinando, copiando, o sintiendo culpa. Saber cómo funciona nuestro cuerpo, cómo cuidarlo, cómo dar y recibir placer de forma segura, nos empodera. Un hombre que conoce su cuerpo, que se comunica, que sabe lo que le gusta y lo pide sin miedo, se vuelve irresistible.
La autoestima no se construye a partir del juicio externo, sino del placer interno de estar a gusto en nuestra piel. Se alimenta de orgasmos vividos con libertad, de vínculos reales, de masturbaciones sin culpa, de encuentros en los que nos sentimos deseados porque primero nos deseamos a nosotros mismos.
Querernos como somos no solo nos hace mejores amantes, nos hace más plenos, más presentes y más libres. Y eso, querido compañero, también es erotismo.