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Cómo Sexualizar el Uso del Condón

Rick Day

Usar condón no debería cortar el ritmo ni matar el deseo. Al contrario: puede ser una parte excitante del juego sexual si lo integramos con actitud, creatividad y placer. Muchos de nosotros, en algún momento, hemos sentido que ponérselo es una interrupción incómoda o incluso un obstáculo para mantener la erección. Pero eso no es culpa del condón, sino de cómo lo vivimos.

El condón es una herramienta de placer y protección. Nos cuida del VIH y de otras infecciones de transmisión sexual sin quitarle intensidad al encuentro. Y si no tenemos una relación cerrada y exclusiva, usarlo es una forma inteligente y erótica de disfrutar del sexo sin culpas ni riesgos innecesarios. El secreto está en cambiar la narrativa: no lo veamos como una obligación, sino como parte del ritual.

Si sentimos que ponérnoslo enfría el momento, entonces calentemos ese instante. Dejémoslo a la vista, junto al lubricante, en la cama o sobre el mueble, como quien deja un juguete sexual listo para entrar en escena. Podemos seguir besando, tocando, acariciando, mientras lo abrimos, lo preparamos y lo colocamos. No es una pausa: es parte del guion.

Pedirle a nuestro compañero que nos lo ponga puede ser muy excitante. Hay algo profundamente íntimo y sensual en ver cómo sus manos deslizan el látex sobre nuestra erección, mirándonos a los ojos, respirando juntos, compartiendo ese momento como una caricia más. También podemos jugar con las posiciones, con la lengua, con el lenguaje, y hacer del condón un accesorio erótico.

Si nos cuesta mantener la erección al momento de usarlo, podemos practicar en solitario. Masturbarnos con condón no solo nos ayuda a acostumbrarnos a la sensación, sino que puede volverse parte de nuestro entrenamiento erótico. El látex genera una presión distinta que podemos aprender a disfrutar, y además facilita la limpieza después del orgasmo.

No hay nada más sexy que ver a un hombre seguro de sí mismo que se cuida y cuida al otro. Eso transmite responsabilidad, madurez, deseo real. Porque cuidarnos no es señal de miedo, sino de poder. Estamos diciendo: “Quiero disfrutar contigo, pero también quiero que estemos bien después.” Eso conecta, seduce, excita.

La próxima vez que vayamos a tener sexo, hagamos del condón parte del placer. Que no sea una obligación escondida bajo la almohada, sino una extensión de nuestro deseo. Que esté presente desde el principio, como lo está nuestra lengua, nuestras manos, nuestras ganas.

El sexo seguro no es menos caliente, es más inteligente. Y si lo vivimos desde el juego, el consentimiento y el goce, el condón no solo se vuelve parte del acto… se vuelve parte del morbo.

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