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Rick Day |
Hay hombres que solo con mirarnos ya nos hacen pensar en sexo. Y no es una fantasía: muchas veces, el cuerpo habla antes que cualquier palabra. Cuando conocemos a alguien que nos atrae de verdad, el deseo se enciende, pero también aparece esa pregunta: ¿será bueno en la cama? Aunque no hay una fórmula mágica, hay señales muy claras que pueden indicarnos si ese hombre sabrá darnos placer como nos gusta.
La forma en que nos mira dice mucho más que cualquier conversación. Si no solo nos mira a los ojos, sino que también detalla nuestros labios cuando hablamos, nuestras manos al gesticular, las piernas cuando cruzamos la pierna o el bulto de nuestro pantalón cuando nos levantamos… ese hombre ya está imaginando lo que quiere hacernos. Y esa capacidad de observar con deseo y atención suele trasladarse a la cama: nos tocará con intención, nos explorará con hambre y no se perderá ni un detalle.
Un hombre que sabe escuchar fuera de la cama, sabrá escuchar dentro de ella. Es decir, sabrá leer nuestros gemidos, nuestros silencios y nuestras peticiones sin necesidad de un manual. Si en la charla cotidiana se muestra atento y receptivo, es muy probable que en la intimidad quiera complacernos, y que disfrute tanto con nuestro placer como con el suyo. No hay nada más caliente que alguien que pone atención a lo que nos enciende.
Cuando hablan de sexo, se nota si tiene la mente abierta o no. Si evita los estereotipos y se mueve con libertad —sin complicaciones por ser activo, pasivo, versátil o lo que sea—, entonces estamos frente a un hombre que entiende que el placer entre dos hombres es un territorio amplio, intenso y sin etiquetas. Y ahí, en esa libertad, es donde más se disfruta.
El coqueteo físico también revela mucho. Si te toca la pierna por debajo de la mesa, si roza tu barbilla, si te da una palmada discreta en el culo cuando nadie mira, ese contacto furtivo es una promesa: cuando estén a solas, lo va a dar todo. Y no solo lo hará bien, lo hará con ganas, con ritmo, con fuego.
Cuando por fin llegan a la cama, hay comportamientos que lo dicen todo. Un hombre seguro se desnuda sin prisa, te mira mientras lo hace, te deja disfrutar de su cuerpo como un regalo. Si él te quita la ropa, ya está marcando un ritmo, una intención. Si es activo, te masturba, juega con tus tiempos, te observa mientras disfrutas. Si es pasivo, usa sus manos en tus nalgas para guiar la penetración, para marcar el ritmo del vaivén. Es decir, se involucra, no solo se deja hacer.
Un buen amante se preocupa por nuestro orgasmo antes que por el suyo. No es que se sacrifique, es que le excita vernos explotar de placer. Le pone llegar después que nosotros, cuando ya estamos rendidos, empapados, abiertos. Y si se toma su tiempo, si no tiene apuro, si se queda contigo después del clímax, abrazado o respirando al mismo ritmo, entonces ya sabes que ese hombre no solo coge rico, también sabe conectar.
Saber si un hombre es bueno en la cama no se trata de adivinar, sino de observar. El cuerpo, la actitud, el deseo que se cuela en cada gesto, en cada palabra, en cada roce. Y cuando lo encontramos, lo sentimos sin duda: nos toma con hambre, nos toca como si nos conociera de antes, y nos deja queriendo repetir. Porque un hombre que sabe lo que hace… se nota. Y se disfruta.