Rick Day |
El mundo del sexo entre hombres está lleno
de mitos, fantasías y realidades que no siempre se cuentan como son. Uno de
esos terrenos rodeados de misterio es el del activo. Ese rol que muchos admiran, desean o asumen con orgullo,
pero que también carga con expectativas poco realistas alimentadas, en gran
parte, por el porno.
En pantalla, el activo aparece siempre
firme, dominante, incansable. Erecciones
eternas, penetraciones sin pausa y sin esfuerzo, todo bajo una luz
perfecta. Pero lo que no vemos es que ese desempeño tiene truco. No es magia,
es química, presión y entrenamiento.
Muchos actores porno usan Viagra u otros medicamentos para mantener una erección
sostenida durante horas. Y en los casos más extremos, inyecciones directas en el pene o bombas de vacío son parte del
arsenal. No lo hacen porque tengan disfunción eréctil. Lo hacen porque el
rodaje no espera: hay que estar duro a las 5 de la mañana, después de doce
horas de grabación o con alguien que no necesariamente te excita.
Lo que vemos en el porno es una
coreografía. El deseo real no siempre está presente. La cámara manda, no el cuerpo. Y eso nos pone en un lugar peligroso
cuando empezamos a creer que ese es el estándar que debemos cumplir. El activo
no tiene que ser un robot sexual, siempre dispuesto, sin límites ni pausas.
Ser activo no es solo meterla duro y sin preguntar. Es también leer al otro,
moverse con ritmo, cuidar, respetar, disfrutar. El cuerpo responde mejor cuando
hay química, cuando hay deseo compartido. Y eso no se consigue con pastillas ni
bombas, sino con conexión y comunicación.
La potencia del activo no está en cuántas
veces se viene o cuánto dura su erección. Está
en cómo toca, cómo besa, cómo sabe llevar el ritmo del juego. Y eso se
aprende con experiencia, con ganas de mejorar, y con la apertura para escuchar
al otro.
No necesitamos compararnos con los actores
porno. Ellos hacen un trabajo que, aunque excitante, no siempre refleja lo
mejor del sexo real. El buen sexo no se
finge, se siente. Y cuando lo sentimos de verdad, se nota. No hace falta
actuar.
Celebremos al activo que somos o que
deseamos ser, pero hagámoslo desde el disfrute, no desde la presión. No hay una sola forma de ser activo.
Hay tantas como cuerpos, como encuentros, como orgasmos compartidos. Y cada una
vale la pena vivirla con entrega, sin máscaras, sin guiones impuestos.