.

NUEVO

Curiosidades Sobre tu Pene

agosto 20, 2025
Rick Day

Creemos que ya lo sabemos todo sobre nuestros penes, pero aún hay secretos que sorprenden. El pene puede romperse. Sí, aunque no tenga huesos, durante la erección se llena de sangre que queda atrapada en los cuerpos cavernosos. Esa presión interna le da firmeza, pero también lo vuelve vulnerable. Un mal movimiento, una posición forzada, y el famoso ‘crack’ puede convertirse en una visita urgente al médico. Por eso, el buen sexo también es consciente y atento.

El placer no empieza ni termina en la punta. El pene no es el único protagonista del deseo. La excitación es un viaje completo. Probar un recorrido lento con la lengua desde el ano, siguiendo el perineo, acariciando los testículos y, recién ahí, tomando el pene, puede ser un camino hacia orgasmos mucho más potentes. Los cuerpos que más se conocen, más gozan.

Hay técnicas que no nos enseñaron, pero que pueden cambiar todo. Justo antes del orgasmo, nuestros testículos suben para ayudar a expulsar el semen. Si acompañamos ese movimiento con la mano, elevando suavemente los testículos en el momento justo, la sensación se intensifica. Es una forma simple de darle al clímax una dimensión más profunda.

¿Te has despertado erecto sin motivo? El pene se entrena solo. Durante el sueño, y a veces durante el día, ocurren erecciones espontáneas. Es una especie de rutina de mantenimiento que el cuerpo ejecuta para mantener todo en forma. Como cualquier músculo, necesita oxigenación y movimiento para seguir funcionando con fuerza. Nuestra biología también desea.

Y sí, vamos a hablar de tamaños. Porque aunque muchos aún miden su valor en centímetros, lo cierto es que el disfrute no depende de una regla. El tamaño promedio cambia según la región, y aunque los extremos llaman la atención (desde 5 cm hasta los legendarios 34.9 cm), la mayoría de nosotros estamos en un punto medio donde lo que importa es el uso, la actitud y la conexión con quien lo recibe.

Nuestro pene es una herramienta de placer, conexión y juego. No hay que compararlo, juzgarlo o esconderlo. Hay que conocerlo, respetarlo y, sobre todo, disfrutarlo. Porque el verdadero poder está en cómo lo usamos, no en cuánto mide. Así que sí, puede romperse, entrenarse, usarse de mil formas… y también darnos los mejores orgasmos si sabemos escucharlo.

>>>

Ropa Interior: ¡Bien Adentro!

agosto 18, 2025
Rick Day

La ropa interior no es un simple accesorio. Es una declaración, una herramienta de seducción y una capa íntima que habla de nuestro estilo, deseo y seguridad. Cada vez que elegimos qué usar debajo, estamos afinando el lenguaje de nuestro cuerpo. Y no se trata solo de estética; hablamos de comodidad, funcionalidad y erotismo.

Ir sin nada debajo puede sonar excitante. Esa sensación de libertad, el roce directo, el peso de la verga cayendo libre dentro del pantalón... claro que tiene su morbo. Pero vivir así todo el día no siempre es tan placentero como suena. Pantalones ásperos, costuras que muerden, humedad incómoda. La fantasía se desinfla cuando la realidad rosa donde no debe.

La ropa interior bien elegida es aliada del placer. Absorbe el sudor, evita rozaduras, nos da soporte en los momentos de acción. Y cuando sudamos, sobre todo en climas cálidos o durante el ejercicio, cumple una función higiénica que nuestro cuerpo agradece. Nos mantiene frescos, secos, listos para lo que venga.

El soporte también es erotismo. Una prenda que abraza los genitales no solo protege: resalta. Los suspensorios, los briefs bajos, los trunks ceñidos... todos enmarcan y exhiben sin mostrar del todo. Esa tensión visual, ese juego entre lo cubierto y lo sugerido, puede ser más poderoso que estar desnudos. Porque invita a imaginar, a tocar, a querer más.

Tampoco se trata de cubrir por cubrir. Hay prendas que apagan el deseo y otras que lo encienden apenas asoman por la pretina. Colores oscuros, cortes atrevidos, materiales que dejan respirar... La ropa interior es parte del lenguaje sexual que usamos incluso sin hablar. Elegir con intención es parte del juego.

Y si un día queremos ir sin nada, que sea por gusto, no por descuido. Guardemos esa opción para la intimidad, para el cruising, para esa cita donde sabemos que vamos a terminar sin ropa. Ahí, el factor sorpresa se disfruta. Pero en la rutina diaria, llevar algo debajo no nos hace menos sexys; al contrario, puede hacernos sentir más seguros, más deseables, más listos para seducir.

Usar ropa interior no es moralismo, es estrategia erótica. Podemos preferir lo mínimo, lo justo, lo provocativo. Lo importante es que lo hagamos por nosotros, por placer, por deseo. Nuestra piel lo agradece, nuestro cuerpo lo siente y quienes nos desnudan lo notan. Y al final, se trata de eso: de disfrutar cada capa de nuestro cuerpo, desde adentro hacia afuera.

>>>

Homosexuales vs. Metrosexuales

agosto 15, 2025
Rick Day

Rudos y Refinados. Así podríamos llamar al nuevo rostro del hombre gay moderno, ese que se pasea entre la sofisticación de un spa y la rudeza de una barba bien cuidada. Nosotros, que durante años fuimos señalados por cuidarnos más que el promedio, ahora vemos cómo muchos hombres heterosexuales imitan —sin pudor— los códigos estéticos que nosotros pusimos de moda. Y sí, lo hacen con orgullo.

El metrosexual apareció como respuesta a una necesidad: verse bien sin que eso implicara un cuestionamiento a su orientación. Es un hombre que se cuida, que se arregla, que se siente cómodo invirtiendo en sí mismo. Un tipo que va al dermatólogo, que se perfuma bien, que entiende de moda y no le da miedo mostrarse como alguien que se gusta. ¿Te suena familiar? A nosotros también.

Durante mucho tiempo, los gays fuimos el referente de lo estético en el mundo masculino. No sólo cultivamos nuestros cuerpos, también nuestras mentes. Apostamos a un estilo de vida más consciente, saludable, donde el cuerpo no es sólo carne, sino también identidad y erotismo. El hombre gay se convirtió, sin querer, en el modelo del hombre deseable, incluso para quienes no comparten nuestras preferencias.

El problema comenzó cuando se mezclaron los términos como si fueran sinónimos. Y ahí sí, nos incomodamos. Porque no es lo mismo cuidarse por placer, que imitar para competir. El metrosexual heterosexual comenzó a copiar estilos sin entender su origen, sin haber transitado el mismo camino de exploración, deseo y disfrute. Y eso, claro, se nota.

Nuestra cultura del cuerpo no nació de la nada. No fue sólo por vanidad; también fue deseo. El deseo de atraer a otros hombres, de seducir, de expresar quiénes somos a través del cuerpo. Fue resistencia, orgullo y libertad. Mientras tanto, muchos hombres heterosexuales sólo reaccionaron cuando notaron que éramos el centro de atención. Entonces comenzaron a competir… pero a veces, mal.

Y es ahí donde entramos en una nueva fase: la del gay masculino. Ese que retoma el vello, la barba, las camisetas relajadas que dejan asomar los pectorales, y sobre todo, una actitud viril que no necesita forzar nada. Porque la masculinidad también es nuestra, y sabemos llevarla con orgullo, sin tener que fingir.

Hoy vemos a dos hombres caminando por la ciudad, tomados de la mano, ambos rudos, con vello, con estilo, con presencia. Y eso también es belleza gay. Porque al final, no importa si eres metro o homo, lo que cuenta es cómo usas tu cuerpo para expresar quién eres y cómo deseas. Nosotros lo hacemos con intención, con fuego y sin pedir permiso.

>>>

Secretos del Activo en el Porno Gay

agosto 13, 2025
Rick Day

El mundo del sexo entre hombres está lleno de mitos, fantasías y realidades que no siempre se cuentan como son. Uno de esos terrenos rodeados de misterio es el del activo. Ese rol que muchos admiran, desean o asumen con orgullo, pero que también carga con expectativas poco realistas alimentadas, en gran parte, por el porno.

En pantalla, el activo aparece siempre firme, dominante, incansable. Erecciones eternas, penetraciones sin pausa y sin esfuerzo, todo bajo una luz perfecta. Pero lo que no vemos es que ese desempeño tiene truco. No es magia, es química, presión y entrenamiento.

Muchos actores porno usan Viagra u otros medicamentos para mantener una erección sostenida durante horas. Y en los casos más extremos, inyecciones directas en el pene o bombas de vacío son parte del arsenal. No lo hacen porque tengan disfunción eréctil. Lo hacen porque el rodaje no espera: hay que estar duro a las 5 de la mañana, después de doce horas de grabación o con alguien que no necesariamente te excita.

Lo que vemos en el porno es una coreografía. El deseo real no siempre está presente. La cámara manda, no el cuerpo. Y eso nos pone en un lugar peligroso cuando empezamos a creer que ese es el estándar que debemos cumplir. El activo no tiene que ser un robot sexual, siempre dispuesto, sin límites ni pausas.

Ser activo no es solo meterla duro y sin preguntar. Es también leer al otro, moverse con ritmo, cuidar, respetar, disfrutar. El cuerpo responde mejor cuando hay química, cuando hay deseo compartido. Y eso no se consigue con pastillas ni bombas, sino con conexión y comunicación.

La potencia del activo no está en cuántas veces se viene o cuánto dura su erección. Está en cómo toca, cómo besa, cómo sabe llevar el ritmo del juego. Y eso se aprende con experiencia, con ganas de mejorar, y con la apertura para escuchar al otro.

No necesitamos compararnos con los actores porno. Ellos hacen un trabajo que, aunque excitante, no siempre refleja lo mejor del sexo real. El buen sexo no se finge, se siente. Y cuando lo sentimos de verdad, se nota. No hace falta actuar.

Celebremos al activo que somos o que deseamos ser, pero hagámoslo desde el disfrute, no desde la presión. No hay una sola forma de ser activo. Hay tantas como cuerpos, como encuentros, como orgasmos compartidos. Y cada una vale la pena vivirla con entrega, sin máscaras, sin guiones impuestos.

>>>

Imperfecciones que Seducen: Piel Vivida, Piel Deseada

agosto 11, 2025
Rick Day

Nosotros, que ya cargamos con historias tatuadas en cada pliegue del cuerpo, sabemos que la piel masculina no es una superficie lisa y perfecta, sino un territorio erótico lleno de señales que provocan, seducen y cuentan quiénes somos. No venimos a ocultarlas, sino a disfrutarlas. Porque sí, en el sexo entre hombres adultos, la piel curtida, marcada o desigual no resta; suma deseo.

Una mancha en el hombro, una cicatriz en la cadera, una arruga en la comisura de los labios: eso no es descuido, es historia. Cada marca que llevamos nos habla de momentos vividos, de noches largas, de batallas ganadas —algunas contra el acné, otras contra el tiempo— y de placeres explorados. No hay nada más erótico que un cuerpo auténtico, uno que se muestra sin pretensión y se entrega sin disfraz.

Eso sí, reconocer la piel que habitamos es clave para cuidarla como se merece. No es lo mismo una piel grasa, con brillo en la frente y tendencia a los granos, que una piel seca que se resiente con el clima o una mixta que combina ambas. No hablamos de estética vacía, sino de salud y goce. Porque un rostro bien cuidado no es solo para selfies: es parte de nuestro erotismo, de lo que ofrecemos al acercarnos a otro hombre.

El acné no se queda en la adolescencia, y lo sabemos bien. A veces aparece por estrés, por sudar en exceso o por cambios hormonales. Nos puede molestar, pero no nos define. Aquí no se trata de ocultar con capas de productos ni de raspar la piel con exfoliantes agresivos. Consultar a un dermatólogo es una forma de querernos, de hacernos cargo de nuestro cuerpo sin culpas ni vergüenzas.

Las manchas también hablan: a veces nos quedan como recuerdo de un grano que apretamos mal, otras por exceso de sol sin protección. Una buena rutina nocturna con cremas despigmentantes y protector solar todos los días —sí, incluso si no salimos de casa— puede hacer maravillas. Pero si persisten, buscamos soluciones más profundas, sin obsesión, sin culpa, solo con el deseo de vernos y sentirnos mejor.

Y esas arrugas que algunos temen... nosotros las deseamos. Porque unas líneas marcadas en los ojos al reír, o en la frente al fruncir el ceño, son señal de vida intensa, de placer vivido. Podemos suavizarlas, claro —comiendo bien, tomando agua, dejando el cigarro, usando cremas— pero no tenemos que borrarlas para gustar, ni mucho menos para ser deseados.

Aquí no venimos a vender ilusiones de piel perfecta ni juventud eterna. La perfección no calienta a nadie. Lo que nos erotiza de verdad es un hombre que se muestra tal como es, que no esconde su edad, ni sus marcas, ni su historia. La piel es nuestro envoltorio, sí, pero también es nuestro puente con el otro. Nos toca, nos eriza, nos une.

Así que cuidémosla. No desde la obsesión ni desde la vergüenza, sino desde el deseo. Deseo de gustarnos más, de sentirnos mejor, de ofrecernos al otro como una obra en proceso, sin filtros ni Photoshop. Porque una piel con historia no es un defecto: es una invitación. Y algunos sabemos bien cómo leerla, con la boca, con las manos, con todo el cuerpo.

>>>

Pornomanía: ¿Te gusta el porno?

agosto 08, 2025
Rick Day

¿Nos gusta el porno? ¡Claro que sí! Y no, no hay nada de malo en ello. Todavía hay voces que lo condenan, que dicen que cosifica, que caricaturiza. Pero la verdad es que muchos de nosotros hemos fantaseado con ser precisamente ese objeto de deseo al que las cámaras no dejan de mirar.

Ver porno no nos hace menos reales ni menos humanos. Al contrario, muchas veces es un espejo erótico donde proyectamos nuestras ganas, nuestros cuerpos, nuestras historias. Nos vemos ahí, entre sábanas falsas, luces calientes y cuerpos sudados, deseando entrar en esa escena, vivirla, follar como ellos, o con ellos.

Pero ojo: el porno no es sexo real. Y eso es importante entenderlo para disfrutarlo mejor. Es entretenimiento para adultos, igual que una película de acción con explosiones imposibles. Todo está pensado para lucir, no para ser natural. Desde ángulos que hacen ver cada pene como si midiera más de 25 cm, hasta ediciones que convierten una escena de 3 minutos en una penetración ininterrumpida de media hora. ¿La clave? Cortes, repeticiones y mucho entrenamiento físico.

Por eso, no hay que compararnos con los actores. Muchos de nosotros tenemos erecciones normales, ritmos diferentes, cuerpos diversos. Y eso no nos hace menos deseables. Nos hace reales. El porno es una fantasía, una producción armada. No mide tu virilidad ni tu valor como amante.

El porno también puede educar, inspirar, detonar nuevas formas de placer. Puede mostrarnos posiciones, estéticas, dinámicas de poder, juegos de rol. Pero como todo lo intenso, hay que saber cuándo bajarle el volumen. Si sentimos que sólo podemos excitarnos con porno, quizá sea momento de volver al cuerpo del otro, a la mirada que tiembla, al roce que no está guionado.

Y, sobre todo, no hay que avergonzarse de lo que nos gusta. Nada de esconder los archivos en carpetas con nombres como “proyecto final” o “impuestos 2022”. Si nos da placer, si lo disfrutamos con conciencia y medida, entonces adelante. La privacidad también es libertad, y eso se celebra sin culpa.

Si ver porno fuera una enfermedad, no quisiéramos cura. Mejor lo disfrutamos, lo entendemos y lo usamos para encender lo que más importa: nuestras ganas de vivir el deseo con intensidad y sin máscaras.

>>>

El Inicio en el Sexo Gay

agosto 06, 2025
Rick Day

Hablar de la primera vez entre hombres no debería darnos pena, sino ganas. Ese momento en que el cuerpo se despierta y el deseo nos sacude por dentro es un hito, no un accidente. Y lo mejor es que, aunque todos llegamos desde rutas distintas, el fuego es el mismo: el deseo por otro hombre que nos revela quiénes somos.

Muchos de nosotros empezamos a sentirlo entre los 13 y 14 años. No sabíamos muy bien qué era, pero estaba ahí: esa tensión cuando aparecía cierto actor en la pantalla, ese impulso al ver al amigo de tu hermano con el torso al aire, esa fantasía con el profe del colegio. Nuestro cuerpo ya sabía, aunque aún no teníamos las palabras para decirlo.

¿Cómo aprendimos sobre sexo? A la mayoría nos tocó solos. Por ensayo y error. Lo que nadie nos enseñó, lo fuimos descubriendo en carne propia. La pornografía ayudó, sí, pero también nos llenó de ideas que luego no siempre encajaban con la realidad. La familia casi nunca fue una fuente confiable. A veces por miedo, a veces por ignorancia. Pero eso no nos detuvo.

Nuestra primera experiencia sexual suele llegar hacia los 17 o 18 años, cuando ya no aguantamos más. Y no importa si fue con otro chico de nuestra edad, un tipo mayor, un amigo que se dejó llevar. Lo importante es que nos atrevimos a dar el paso, aunque fuera torpe, corto o improvisado.

Lo esencial es entender que el sexo gay no tiene que ser perfecto desde el inicio. Nadie nace sabiendo. No se trata de hacer lo que dicen los videos, sino de explorar lo que sentimos. Escuchar al cuerpo. Respetar los límites. Hablar. Mirar. Lamer. Probar.

Nos excita lo que nos revela, no lo que encaja en moldes. Tal vez esa primera vez fue suave, tal vez fue brusca. Pero seguro encendió algo que no se apaga. Porque a partir de ahí empezamos a buscar más: más placer, más conexión, más libertad.

Hoy tenemos más recursos, más información y más libertad para vivir nuestra sexualidad sin miedo. Pero el recuerdo de la primera vez sigue siendo un punto de partida erótico. Nos recuerda que el deseo entre hombres es natural, poderoso y profundamente nuestro.

Y tú, ¿cómo te iniciaste? Porque cada historia merece ser contada, sin vergüenza y con orgullo. Quizás no fue perfecta, pero fue tuya. Y eso ya la hace valiosa.

>>>

Velludos o Lampiños: Nos Calentamos Como Queremos

agosto 04, 2025
Rick Day

Entre hombres, el cuerpo no es solo piel: es un lenguaje que excita. Y cuando se trata del vello, no hay una única forma correcta de mostrarnos. Hay quienes se sienten más calientes cuando están totalmente depilados, y otros que gozan más luciendo su pelo con orgullo. Lo que nos une no es cómo llevamos el vello, sino cómo lo habitamos con deseo.

Depilarnos puede ser una fantasía en sí misma. Al pasar la rasuradora o la cera, vamos perfilando el cuerpo como si fuera un mapa sexual. Una piel lisa deja al descubierto detalles que excitan: la curva del pubis, el borde del glúteo, el músculo que vibra al contacto. Esa sensación de suavidad aumenta el roce, multiplica la lengua, potencia el morbo. A muchos nos calienta vernos así, tan expuestos que sentimos que no estamos ocultando nada.

Pero también hay placer en lo velludo. Un pecho con pelo, un abdomen recorrido por una línea oscura, unos muslos con carácter… El vello no tapa, resalta. Puede marcar la masculinidad, alimentar fetiches, recordarnos que hay algo animal todavía vibrando bajo la piel. Y cuando otro hombre se sumerge ahí —olfateando, lamiendo, explorando—, el deseo sube como una fiebre. Ser velludo no es un descuido: es un estilo erótico.

En las zonas íntimas, el juego se vuelve más fino. Algunos preferimos recortar para que el sexo oral sea más limpio, más accesible, más visual. Otros vamos al ras porque nos gusta sentir todo: el roce de la lengua, el aliento caliente, la caricia sin barreras. Y también están los que mantienen su vello con cuidado, porque así se sienten más potentes, más ellos. Aquí no hay reglas: hay elecciones eróticas.

Lo importante es no hacer del cuerpo una cárcel estética, sino un terreno libre. ¿Queremos vernos lisos, tipo modelo de porno europeo? Perfecto. ¿Nos calienta vernos peludos como actor de los 80? También está bien. Nos probamos, nos descubrimos, nos elegimos cada vez. Eso es lo erótico: sentirnos protagonistas de nuestro propio cuerpo.

Una máquina de afeitar, un rastrillo o una cita con el láser no son gestos vacíos: son parte de cómo nos conectamos con nuestro deseo. Modificar el cuerpo también es jugar con lo que proyectamos, lo que provocamos, lo que dejamos tocar. Cada pelo que dejamos o quitamos es una señal que lanzamos al otro. Y cuando hay consentimiento y calentura, esa señal prende fuego.

Cuidarse no es superficial. Es erótico, es político, es placer. No nos depilamos o dejamos de hacerlo por seguir modas, sino porque sabemos qué nos enciende y nos gusta ponerlo sobre la mesa —o sobre la cama— sin vergüenza. Nuestro cuerpo no es un molde que cumplir. Es una invitación. Y el vello, o la ausencia de él, son solo formas distintas de decir: “Estoy listo para el goce”.

>>>

Andrés & Paolo por Joan Crisol para Locker Gear (III)

agosto 01, 2025








>>>

Logan & Matty por Logan Ko para Body Aware

agosto 01, 2025
FOTÓGRAFO Logan Ko
MARCA Body Aware








>>>

David & Juan por Joan Crisol para CODE 22 (III)

agosto 01, 2025
FOTÓGRAFO Joan Crisol
MARCA CODE 22



>>>

Denis Mastorakis por Panos Misailidis para Modus Vivendi (II)

agosto 01, 2025
>>>
 
Copyright © Maskulinos. Designed by OddThemes