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Rick Day |
La eyaculación es mucho más que el final de un buen polvo. Es una descarga intensa, un espectáculo visual y una manifestación poderosa de placer masculino. Cuando nos venimos con fuerza, con un buen chorro, no solo lo sentimos en el cuerpo: también lo mostramos con orgullo, porque eyacular es parte de ese lenguaje sexual explícito y sin filtros que disfrutamos entre hombres.
No se trata de competir por quién expulsa más semen, pero sí podemos aprender a sacarle el máximo provecho a lo que tenemos. Cada cuerpo es diferente, y la cantidad o potencia de la eyaculación no mide directamente la intensidad del orgasmo. Hay quienes se vienen con un pequeño hilo, otros con un torrente blanco que salta lejos. Ambas experiencias pueden ser profundamente placenteras, pero si lo que queremos es aumentar la producción o mejorar la potencia, hay formas muy naturales de hacerlo.
Nuestro estilo de vida influye directamente en la calidad de nuestras eyaculaciones. Dormir bien, comer con conciencia, hidratarse y reducir el estrés no solo mejoran la salud general, también hacen que nuestros niveles hormonales se mantengan en equilibrio. Un cuerpo descansado y bien alimentado tiene mejores recursos para producir semen y disfrutar del sexo con plenitud.
Hacer ejercicio regularmente también ayuda. No solo por la apariencia, sino porque el entrenamiento fortalece la zona pélvica, mejora la circulación y eleva la testosterona, esa hormona que nos da energía, deseo y poder eyaculatorio. Un cuerpo activo es un cuerpo dispuesto al goce, y la musculatura interna —sobre todo el suelo pélvico— tiene mucho que ver con la fuerza del chorro cuando nos venimos.
Durante el sexo, hay estrategias claras para elevar el nivel del juego. La más poderosa: estimular la próstata. Este punto, tan sensible y profundamente masculino, puede convertir una eyaculación normal en una experiencia explosiva. Si nunca lo has hecho, es momento de explorar. Masajear la próstata, ya sea con un dedo, un juguete o la lengua adecuada, puede intensificar la sensación y hacer que expulses más semen con más fuerza.
Otro consejo básico: no te masturbes antes del encuentro sexual. La primera eyaculación siempre será la más abundante. Si quieres un clímax memorable, guarda esa carga. Deja que se acumule, que se caliente, que te recorra el cuerpo hasta que no puedas más y explotes con todo lo que tengas dentro. A veces vale más contenerse para después desatarse.
Y finalmente, lo más importante: soltarnos, entregarnos y disfrutar. Porque por muy buena que sea la técnica, lo que realmente potencia una buena eyaculación es el nivel de excitación, de entrega, de deseo compartido. Gritemos, gemamos, toquemos, chupemos, mordamos, digamos lo que queremos y dejémonos llevar. Porque cuando el cuerpo está encendido y la mente desatada, el orgasmo llega con fuerza, y la eyaculación se convierte en una celebración explícita de placer entre hombres.
Eyacular bien es parte de conocernos, de cuidarnos y de disfrutarnos. No hay vergüenza en querer mejorar lo que ya nos da placer. Al contrario, hay orgullo en cada gota que sale de nosotros con intensidad, con fuego, con la certeza de que estamos vivos, activos y llenos de deseo.