Rick Day |
Parece que estamos programados para ser prejuiciosos y egoístas en especial con los gays, pensar sólo en nuestro bien basándonos en lo que creemos (o nos han hecho creer) que es lo correcto y señalar a quienes no siguen las reglas que nosotros mismos creamos. Tenemos un profundo rechazo a lo diferente, lo que no es común y nos perturba la vida; no queremos conocer más allá de nuestra existencia y nos sumimos en la ignorancia, esa ignorancia que nos da tranquilidad, una falsa tranquilidad.
En los últimos años el mundo ha avanzado hacia la tolerancia hacia los
gays, pero ésta no es más que resignación en dirección a lo que no se puede
cambiar. Tolerar es aguantar; no es aceptar.
¿De qué nos sirve tolerar? Ser indiferente no es una opción, tolerar
sólo nos hace acomodarnos y acurrucarnos en la ignorancia, tolerar es para los
cobardes, es un paño tibio que no resuelve el problema… ¿lo más despreciable de
todo? Leyes para obligar a la comunidad a que tolere, ¿realmente necesitamos
leyes para esto?
No sólo queremos dirigir la vida de aquellos que son diferentes a
nosotros sino que también hacemos todo lo posible por frenar los avances que en
norma se adelantan. Tenemos tanto miedo al cambio que preferimos mantener las
cosas tal y como están aunque se vengan al suelo.
Muchos dedican sus vidas a contrarrestar todo aquello que vaya en
detrimento de sus costumbres, e incluso se organizan para denigrar en
instituciones que gozan de la absoluta discreción de los gobiernos. Y esto se
debe a que los idiotas organizados son mayoría en el mundo, entonces no
conviene ir en contra de la idiotez; ningún gobernante haría algo que pudiese
poner en juego su poder.
Cuántos años deben pasar antes de que entendamos que todo se resume en
una única palabra: respeto.