Rick Day |
Hemos visto a muchos de nuestros amigos aferrarse a relaciones tormentosas que no llevan a ningún lugar más que a la constante incomodidad que resulta de los pleitos en los que los inocentes resultamos involucrados. Con la excusa de un supuesto amor que aguanta todo lo que le venga encima, se quedan estancados en vivencias de pareja que sólo hacen feliz a la señora chismosa de la cuadra, o al amigo envidioso que disfruta de tu miseria.
Está el otro lado de la historia: aquellos que buscan, descalzos en el
desierto, su relación perfecta pero cuando encuentran a alguien dispuesto a
amar, incluso hasta al peor de sus defectos, se sabotean a sí mismos para
seguir con la penuria de sus vidas. Son esa clase de personas que disfrutan el
sufrimiento de estar solteros pero tiemblan cuando se avecina una relación
estable en el horizonte.
Mi psicóloga favorita dice que todos necesitamos terapia. Cada vez que
nos enfermamos consultamos con un especialista en el área; pero cuando tenemos
problemas de relaciones entonces pensamos que podemos solucionarlos sin ayuda
de alguien más.
Pero cómo puede ayudarse a sí mismo alguien que vivió la inestable
relación de sus padres, es completamente lógico que repita el patrón de
conducta que aprendió en casa y ello le da un futuro oscuro en su vida amorosa.
Si nuestros padres, aún odiándose, siguieron juntos, ¿qué pudimos aprender de
ellos?
Por eso no culpo a aquellos que mendigan un amor imposible pues no es
una carga que decidieron llevar, sino la que heredaron de sus padres.
El amor es extraño y misterioso; mientras te esmeras en llamar a una
ventana cerrada tal vez en la casa de al lado te estén esperando con las
puertas abiertas.
Ve y explora, conoce nuevas personas y sobre todo ve a terapia.